Él.

Él.

Por Priscila Vega

Requebrada por dos luceros verdes, interminables, insaciables. Seducida por una rareza que no vi venir, los ojos verdes que vio, soñó e imaginó Bécquer en su leyenda; tampoco voy a poder describirlos tal cual son: bosquejos de una idea embelesada con su tonalidad que nunca es igual, verde asperula cuando lo beso de noche, turquesa cuando la luz le refleja, casi transparentes cuando me encapricho a decirle que lo quiero y gris verdoso al tiempo que despertamos juntos.

Enamorada de mentiras; de su voz que debajo de las sábanas sonaba como ronroneos, sutil a mis oídos cuando se va acercando poco a poco para besarme, su piel roza la mía, el borde de sus labios palpitantes, suaves al momento que se mueven para pronunciar mi nombre -mientras yo sólo balbuceo-. Los besos que me dio una noche, sangre caliente que exaltó un par de mis mañanas y robó mi anochecer.

Sus manos ásperas, como su marca personal, que no aseguraría fuera la única, aun prefiero acurrucarme sobre el contorno definido de sus brazos, la pláticade madrugada o las risas entre dientes; embustero, somático, le he visto a oscuras con la misma claridad que en un día soleado: si toco ilumino y conozco, si muerdo me aferro, si beso me pierdo para encontrarme en él.

Orgullosono sé si decidido, el de andar bailado, el de la risa hacia adentro; cada vez que se le dibuja una sonrisa entrecierra los ojos, como una puerta diminuta que quisiera poder abrir, se le marcan líneas alrededor de los ojos, serán arrugas que harán su físico más interesante, un adorno extra a su personaje.

Los silencios que al principio fuesen incómodos, con ganas de decirle tanto, con miedo de parecer una loca, con ansia de ser escuchada lleno esta página. Hoy sé disfrutar cada momento y lo miro, lo miro.

Titubeo para preguntarle: ¿Si es dueño de esto, si se da cuenta, si por un segundo hago que el tiempo se detenga -porque para mí no pasa-, si mínimo le he robado instantes? me quedo callada por temor a la respuesta no importa si es buena o mala.

Dormido, me contagia de su paz, él con su respiración me hace andar sin prisa, me arrulla el palpitar de su corazón -siempre me recuesto sobre su pecho-,  ese instante en el que él está dormido y yo espero, es mi momento favorito, cuando es vulnerable, no sé si lo note, pero rozo suave con las yemas de mis dedos su torso, bajo hasta su abdomen y le doy varias vueltas como si escribiera en él lo que no soy capaz de decir.

Si me leo enamorada, loca, peco de exagerada, preferiría pensasen que soy apasionada.

He dejado algo que recordar, el baile de mis piernas al compás de sus caricias, despacio, cálido, imparable. No quisiera recordara mis nervios o comentarios, el estorbo de mi cabello que es voluminoso, que me fallaron los cálculos en el alcohol, si fumé de más, el color de mis sábanas; si me dieran a escoger diría que:  Él evocara la efusión de mis besos, la entrega con la que dormí entre sus brazos,que si hubo marcas físicas en él, las querría en  antes que tener que recurrir a la tinta para revivir.

NO LE ESCRIBO A ÉL, ESCRIBO CON ÉL.

I see you.

1 comentario

Replica a Gabriel Paramo Cancelar la respuesta